El Original y El Conquistado: La Invención de La Políticaindigenista
Traducido por Norax.
"Si la gente no reconoce la sabiduría de las culturas indígenas, ellos se lo pierden.” —Jay Griffiths
La cita anterior es un cliché recurrente, una parte del folclore de Gaia que conocemos todos demasiado bien. De Avatar a Pocahantas, la idea de que los pueblos indígenas son una especie distinta y que, de alguna manera, están dotados de una sabiduría especial que la civilización ha perdido está profundamente arraigada en la contracultura de la década de los 60. El hecho de que los pueblos indígenas tengan algún reclamo especial sobre su tierra, por encima de cualquier otro grupo, está tan arraigado que algunos derechistas han comenzado a usar el término "indígenas europeos" en un intento de legitimar la propiedad de sus países frente a la inmigración masiva.
Quiero demostrar que indígena no es una palabra neutral y que, de hecho, se ha desarrollado específicamente para excluir a los europeos y socavar la soberanía de Westfalia. La realidad de la historia humana es que todas las naciones y civilizaciones son una mezcla complicada entre los pueblos originales y los conquistados de muchos tiempos y lugares. El indigenismo está en contra de esto: trata de congelar en su tierra un momento, una etnia en particular, y de reclamar la pureza de su descendencia, asociándolos para siempre con dicho territorio.
Por ello sostengo que esta es una mala estrategia y que, en cambio, deberíamos afirmar que nuestras naciones e identidades son legítimas precisamente porque nuestros antepasados conquistaron, lucharon y murieron por la tierra, no porque seamos indígenas míticos de ella. Espero poder mostraros exactamente cómo y por qué se ha desarrollado el indigenismo con una supervisión transnacional y legalista, cómo se ha eliminado la conquista de la política internacional y por qué no debemos caer en esta trampa retórica.
La Definición
El término indígena no es nuevo, incluso dentro de la discusión política. Se desarrolló en el siglo XVII a partir de una mezcla de términos latinos e ingleses para referirse a todo lo que nace en un lugar determinado, particularmente plantas y animales.
Su uso más temprano podría estar en el compendio de 1640 sobre hierbas y plantas, el Theatrum Botanicum, de John Parkinson. La necesidad de la palabra surgió cuando los europeos comenzaron a encontrar pueblos en el Nuevo Mundo que no pertenecían al ámbito de la cristiandad, del mundo islámico o de civilizaciones relacionadas conocidas por los antiguos. Tribus como los Wampanoag y los Nauset eran completamente nuevas para los primeros colonos: pertenecían a una historia y una forma de vida que parecían separadas incluso de las descripciones bíblicas más arcaicas. En consecuencia, indígena parecía captar el espíritu de esas tribus que pertenecían más a la tierra, arraigadas en el lugar, que los inquietos viajeros europeos.
Legalmente, este término ha dado lugar a todo tipo de problemas espinosos y difíciles, ya que muchos estados-nación tienen sus propias definiciones del término. Las Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Organización Internacional del Trabajo también tienen sus propias interpretaciones legales sobre los indígenas. Estas no suponen simplemente un ejercicio académico, sino que reflejan un ejercicio de poder con efectos en miles de millones de personas. Solo como pequeño ejemplo, el estado brasileño ha permitido que sus tribus indígenas tengan una "posesión permanente" de los territorios que "han ocupado tradicionalmente". En la práctica, esto equivale a un enorme 13% de la superficie del país para solo el 0,4% de su población. Sea esto algo bueno o no, es un recordatorio de cómo la realidad material se ve afectada por estas categorías y definiciones legales.
Los puntos en común de estas definiciones de indígena implican: un grupo de personas que vivía en un territorio antes de la ocupación de una potencia colonial; su separación del grueso de la población, tanto cultural como políticamente; personas que tienen una distinción étnica y territorial del poder social dominante y una falta de poder político a nivel estatal. Anterior a toda comprensión de lo indígena, y la principal acción sobre la que descansa, es el acto de colonización. Los estudiosos legales y la tradición indígena se centran casi exclusivamente en la colonización "occidental", que en términos generales significa el período de contacto y asentamiento entre 1492 y mediados del siglo XX. El experto legal S.J Anaya comienza un trabajo sobre el tema con:
Hace medio milenio, los pueblos indígenas de los continentes que ahora se llaman América del Norte y del Sur comenzaron a experimentar cambios ... Llegaron los europeos y comenzaron a reclamar sus tierras, asesinando con frecuencia a los niños, mujeres y hombres nativos que se interponían en el camino. Para muchos de los que sobrevivieron, los europeos trajeron enfermedades y esclavitud.
En una línea similar, el erudito legal indígena Robert Williams describe la mentalidad colonial como: La religión, la civilización y el conocimiento de Occidente son superiores a las religiones, civilizaciones y conocimientos de los pueblos no occidentales. Lo que debería ser obvio entonces, para la tradición del derecho indígena, es la equiparación exclusiva y total del colonialismo con el colonialismo occidental. Esto deja abierta e inexplorada la cuestión de cómo la ley indígena impacta sobre las minorías étnicas dentro del ámbito histórico de China, Japón y los imperios Otomano y Ruso, por nombrar solo algunos. También crea una ruptura histórica en el punto de contacto europeo con América en los albores del siglo XVI. Convenientemente, esto deja de lado los kanatos supervivientes, los Imperios Mugal, Ming, Safavid y Otomano, así como el caleidoscopio de los reinos africanos. Cada uno de ellos fue violento, expansionista y dominante, cada uno a su manera, pero todos están apartados del marco legal del indigenismo.
Si bien Rusia, Irán y China hoy tienen sus propias relaciones legales internas con sus grupos étnicos minoritarios, el término indígena a menudo no se aplica y, en algunos casos, el estado lo rechaza activamente. China negó la existencia de grupos indígenas hasta la década de 1980 e incluso ahora los considera grupos étnicos en lugar de indígenas per se. En muchos sentidos, esto tiene un sentido más lógico: a pesar de que la comunidad internacional ve a los tibetanos como un pueblo ilustrado y oprimido, no encaja con la narrativa recordar que el Tíbet alguna vez fue un imperio en sí mismo. Ejemplos aún más ridículos: los manchúes y los mongoles que ,obviamente, podrían ser minorías étnicas, pero dadas su historia de dominio político sobre China, nunca deberían ser categorizados como indígenas.
Ronald Niezen, en su libro de 2003, The Origins of Indigenism: Human Rights and the Politics of Identity, comenta la rareza histórica de que una categoría política completa de personas sea creada de la nada por diplomáticos y ONGs en una habitación en las Naciones Unidas. Estas élites apartaron su habitual disgusto por la etnicidad y el etnonacionalismo, y vincularon de inmediato una clase completamente nueva de personas a una visión de armonía ecológica y "salvaje", basándose en una tradición imperial sostenida en que los antropólogos determinen la naturaleza y el tipo exacto de cada comunidad indígena.
En muchos sentidos, originalmente existía, y sigue existiendo, la necesidad de que la indigeneidad legítima sea exótica, desconocida y marginal, un argumento racista, irónicamente. Personas con ropas extrañas y coloridas que viven en lugares remotos y peligrosos del mundo. En la escala de grupos humanos, las minorías étnicas ya no podían excusarse, ya que podían asimilarse y pasar a formar parte de la estructura de poder dominante. Se ha vuelto crucial para la definición de indígena que estas personas permanezcan impotentes y dependan de un organismo tecnocrático como la ONU para arbitrar y mediar en su nombre. Un país como China, que defiende su soberanía sobre todo su territorio, vería cualquier afirmación de que los tibetanos son indígenas como un enorme desafío, y con razón, ya que abriría la puerta a disputas legales internacionales, con la ONU mediando entre el Estado y los indígenas.
El Problema
Habiendo examinado los orígenes del término y cómo su uso ha sido enmarcado legalmente, queda claro que los principios fundamentales incluyen varios juegos de manos legales en el intento de crear un “indígena legal”. Estos incluyen: la afirmación de que existe una clara división entre colonizados y colonizadores; el reclamo de que la personalidad indígena es una categoría a priori, aunque también caracterizada por su relación con el Estado y su poder; tapar la violencia y la adquisición de tierras cometidas por pueblos indígenas hacia otros pueblos indígenas durante el período de colonización y la deslegitimación de episodios históricos concretos de la conquista.
El período de expansión occidental y colonialismo, particularmente de Inglaterra, España, Francia, Holanda y Portugal, se considera dentro de la definición de indígena como el momento definitorio en el que se creó la indigeneidad. El excepcionalismo de estos siglos no debe subestimarse, desde los millones de muertes por enfermedades hasta la creación sin precedentes de nuevos estados enormes como Canadá, Estados Unidos, México, Brasil y Australia.
Este estallido particular de expansión colonial es un momento decisivo en la historia de la humanidad. Sin embargo, casi todos los pueblos han realizado acciones similares, en diferentes proporciones, hacia sus vecinos. La población esquimal Thule aniquiló por completo a los anteriores habitantes de Dorset que vivían en el norte del Ártico. La Expansión bantú fuera del norte de Camerún devastó a los pueblos khoisan y pigmeo. Cuando los colonos ingleses llegaron a América del Norte, encontraron un continente rico en diversidad cultural, pero también una guerra endémica, con cada tribu estableciendo alianzas defensivas, y una cultura guerrera altamente desarrollada, con armas de asedio y fortalezas defensivas. Los actos de colonización más importantes incluyen las primeras conquistas islámicas, las empresas imperiales romanas, griegas y persas y la expansión china Han.
Delinear el colonialismo europeo es apropiado, dada la proporción de la transformación global, pero no debería ocultar la realidad común de la guerra y la conquista en la que se han involucrado todos los pueblos y civilizaciones. Lo que se ha creado legalmente aquí es una categoría de colonización, por encima de la cual es inmoral, pero por debajo de la cual es aceptable de facto. Fundamentalmente, la raza particular de las personas involucradas determina si es legítima o no.
Por lo tanto, lo indígena como categoría existe en una ontología del mundo donde los europeos son colonizadores y todos los demás están colonizados, por lo que los guardianes del derecho internacional nunca permitirán que los europeos reclamen la indigeneidad. Es también por eso que ocurren descripciones extrañas, como que los sámi sean designados como indígenas (no agrícolas, exóticos, no caucasianos), pero los escandinavos son vistos como colonizadores y no pueden ser llamados indígenas, a pesar de que esta población está en el territorio por más tiempo. El caso de los sámi demuestra exactamente cómo funciona el reclamo legal de los indígenas: aunque llegaron a Escandinavia mucho más tarde que la población dominante, se dedican al pastoreo de subsistencia, mantienen su propia lengua y cultura y no controlan la maquinaria del gobierno, por lo tanto califican como indígenas.
Debe quedar claro, entonces, que cualquiera que busque resistirse a la migración masiva y la transformación multicultural invocando la condición de indígena está cayendo en una trampa. Los europeos nunca serán indígenas. La propia definición de indígena requiere que una minoría sea excluida y desposeída por el Estado, que sus derechos colectivos sean arbitrados por grandes e irresponsables organismos internacionales y que ceda su soberanía sobre su territorio. Esto es desastroso para cualquier concepción histórica de la identidad étnica.
Durante siglos, el control político sobre un área, por parte del Estado, ha sido sinónimo del poder de un grupo mayoritario para hacer cumplir su voluntad. Retirarnos a la posición de indígena reinventa el Estado como una entidad extranjera, que está a cargo de nuestras vidas y fuera del poder indígena. Para los ingleses, afirmar que son indígenas es reinventar inmediatamente el Parlamento, la Corona y todos los órganos constitucionales de autoridad como si ya no fueran suyos o como si ya no estuvieran en su poder. Muchos ingleses pueden sentirse legítimamente así, pero no es una posición de fuerza, ya que requiere que las autoridades externas reconozcan su reclamo y reduce el derecho de los ingleses a abrir su propio debate sobre cuándo y dónde surgieron y cómo tomaron el control del país.
Permitir que los académicos nieguen su derecho a gobernar su territorio basándose en reclamos de indigeneidad legítima no es poder, y lo mismo ocurre con todos los países. Los grupos dominantes gobiernan sus países sobre siglos de guerra y derramamiento de sangre, y esto no debe dejarse de lado en favor de afirmaciones sacadas de las revistas de genética. Una vida bajo la condición de indígena es una vida en la que el derecho a la tierra es defendido por otra persona. La posición que debe defenderse es la de reclamar el derecho de conquista.
Derecho de Conquista
El derecho de conquista es un principio filosófico y legal. Tras ganarle la guerra a otro, invadir su territorio y derrotarlo militarmente, el vencedor debería tener derecho a gobernar su territorio y ocuparse de sus tierras como desee. Esta antigua ley, reflejada en la historia de la guerra y los colonialismo europeos, ha sido negada desde 1945. Los Principios de Nuremberg, redactados por la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial, establecen lo que constituye un crimen de guerra. Entre ellos, el Principio VI, que habla del enjuiciamiento de cualquier agresión bélica como un “crimen contra la paz”, abolió efectivamente el derecho a invadir otro país y tomar posesión de su tierra. Esto supone un shock para aquellas personas que no están familiarizadas con el derecho internacional, ya que tras la Segunda Guerra Mundial ha habido muchas guerras y, sin embargo, el principio legal de reclamar el territorio invadido ya no es reconocido por la "comunidad internacional”.
Si bien este es el principio legal, que es una parte crucial del orden liberal de posguerra, el principio moral de la guerra todavía puede ser defendido, debido a su vigencia. El “¡ay de los conquistados!” nunca ha dejado de ser verdad. Si alguien tiene el poder y la fuerza de las armas para conquistar algo, su derecho al premio puede aceptarse, entonces, como justo. No obstante, esto, evidentemente, siempre ha estado sujeto a ciertas reglas, tradiciones y costumbres. La anarquía total no es deseable y se han desarrollado filosofías de casus belli para crear un marco en el que la guerra tenga un lugar legítimo. El reclamo puede, de igual manera, extenderse al pasado para defender un reclamo ancestral de territorio; algo herético en el mundo moderno salvo cuando se habla de descolonización o de tierras indígenas. El irredentismo es una idea prohibida para la mayoría de las naciones, mientras que lugares como Irlanda del Norte siguen siendo políticamente correctos para reclamar, las visiones expansionistas griegas, turcas o norcoreanas son un tabú dentro de la comunidad internacional oficial. Ningún país alrededor del mundo necesita reclamar más territorio en una era en la que el gobierno, los medios de comunicación y las figuras académicas promueven activamente la idea de que su historia los convierte en entidades políticas ilegítimas de todos modos, o que sus estados no son como ellos pensaban que eran. Basta con declarar la conquista ancestral del territorio como legítima por derecho propio, no porque la ONU haya “consentido” su existencia.
Debemos ser críticos con la visión de posguerra de un mundo esencialmente unipolar: sin grandes aumentos de territorio, sin conquistas, sin confrontaciones de reclamos opuestos... tan solo una serie de fronteras estáticas vigiladas por el ejército de los Estados Unidos que solo pueden fragmentarse. Desde la Segunda Guerra Mundial, el número de naciones independientes se ha triplicado, y muy pocas han sido ocupadas o invadidas. La tendencia ha sido hacia la desintegración y la secesión. Aunque podríamos argumentar que esto ha sido bueno y localista y que desafía el globalismo, la realidad es que las naciones pequeñas carecen de la influencia y la capacidad para proyectar poder hacia afuera. Se acaban convirtiendo en estados clientes del imperio estadounidense en un panorama corporativo, perdiendo lo mejor y más brillante a través de las fronteras abiertas hacia Occidente, siendo incapaces de desplegar sus propias fuerzas militares sin la ayuda de EE.UU.
Es por eso por lo que China no cederá territorio, a pesar de las afirmaciones de indigeneidad o autonomía, porque saben que un estado grande y fuerte es la única forma de mantener la soberanía. El estado debe ser una iglesia amplia, capaz de representar todas las identidades étnicas y minoritarias, de la misma forma que un imperio gestiona diferentes poblaciones. Reducir la política al debate de quién es indígena y quién no no ayuda a construir y mantener el poder soberano. Gran Bretaña estaba en su punto álgido cuando todas las naciones estaban unidas hacia afuera, en lugar de caer en la política de las minorías. El derecho de conquista es la ley fundamental de las relaciones internacionales, independientemente de lo que puedan argumentar los abogados de la ONU. Las naciones fuertes son fundadas por conquistadores para conquistar en el futuro. Y esto no es una defensa de una guerra interminable, sino una demanda de que los estados soberanos conserven su derecho a ir a la guerra sin que sean los abogados los que decidan por ellos.
Conclusión
Espero haber podido presentar un argumento claro de por qué la retórica y las políticas indígenas no son una estrategia sólida a la que recurrir para la mayoría de la población. El derecho indígena, y su historia como una forma de hacer política novedosa e inusual, se diseñó desde el principio para ir en contra de los intereses de las grandes naciones europeas, particularmente de aquellas con una historia colonial en ultramar. Su insistencia en la mediación de la ONU, la impotencia y su separación de la población de cualquier sistema puede ser apropiada para una tribu de cientos de miembros, pero no para una población europea de decenas de millones.
En cambio, a pesar de la inmigración masiva y el desafío demográfico, debemos insistir en la legitimidad de la conquista histórica y el derecho a gobernar como pueblo soberano, sin una supervisión materna legalista. Las acciones de los rus, los sajones, los normandos, los búlgaros y los mongoles, por nombrar solo algunos, han sido la fuerza destructiva y creativa que ha dado forma a nuestro mundo. Los estados se expanden y colapsan, las etnias se forman y se disuelven, las alianzas se hacen y se rompen. Esta es la norma en la historia mundial, la naturaleza estática de la vida moderna es producto de la globalización comercial y militar. La égida estadounidense nos ha hecho complacientes e incapaces de imaginarnos gobernando para nuestro propio interés. Una vez que esto comience a desaparecer, como actualmente está pasando, habrá espacio para que la balanza se incline.
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